martes, 16 de marzo de 2010

La cámara de alta resolución a bordo de la sonda Mars Reconnaissance Orbiter ha vuelto a captar otra espectacular avalancha sobre la superficie de Marte. Tal y como explica Phil Plait en su blog, Bad Astronomy, la primavera se acerca en el hemisferio norte marciano y esto provoca que el dióxido de carbono helado que se acumula en la parte alta de algunas montañas se descongele y se precipite de forma repentina pendiente abajo.

viernes, 12 de marzo de 2010


Daniel el mochuelo a sus once años se ve obligado por su padre a abandonar el pueblo dónde nace y donde descubre la fuerza de la amistad, para estudiar el bachillerato en la ciudad. La realidad de las tierras más austeras de la Castilla que nos describe Delibes, lleva al padre de Daniel a sacarlo del entorno, buscando una vida menos áspera para su hijo. A solas con su recuerdo, el "Mocuelo", mote de Daniel, va recorriendo la noche víspera de su viaje a la capital las alegría y tristezas de su infancia...

Este fue el primer libro de Delibes al que tuve acceso, gracias a un maestro que tuvo la buena idea de leérnoslo en clase. Yo he repetido su ejemplo varios años, leyendo a mis alumnos esta magnífica novela de Miguel Delibes.

martes, 9 de marzo de 2010

¿Cuándo volveremos a ser únicos?

La naturaleza humana, distinta y única en cada especimen, converge a alta velociadad a través de la aldea globalizada. Las singularidades son cada día menos apreciables, comemos, bebemos, leemos, oímos, miramos y hacemos cosas parecidas, por ello somos más idénticos y menos únicos.

jueves, 4 de marzo de 2010

martes, 2 de marzo de 2010

Ecos de Praga


La mañana helada da paso al cálido paisaje de una ciudad serena. El eco del tranvía se cruza con la mirada de los serios rostros que lo ocupan durante su indefinido trecho. Tras los granates y ámbar de las tiendas de souvenir(s) se muestran impertérritas y quietas, pendientes de los hilos, una ingente cantidad de títeres imperturbables. Serenidad y pulcritud son los presentes que fachadas y ventanas aportan a las gélidas figuras de turistas que serpentean por las aceras y plazas sin apenas rozar los adoquines del pavimento, por miedo a romper el encanto. La bruma renace a cada instante del río Moldava, que separa y une a un tiempo a una ciudad que se admira a sí misma desde ambas orillas.